Qué sucede cuando validamos la superdotación por medio del rendimiento
Por Lic. Gretel Hernández y Federico N. Ayala Handji
Mateo es un alumno de 12 años que ha sido identificado como superdotado. Sus calificaciones son bajas. Veamos las diferentes miradas acerca de esta realidad que tienen las personas que lo rodean:
Mirada de la maestra:
«Si Mateo realmente fuera superdotado lo demostraría sin problemas por medio de un desempeño académico de excelencia. Mateo es reacio a realizar el trabajo escolar, habitualmente cuestiona mis lecciones o interrumpe mis clases con algún chiste o comentario irónico. Ante alguna pregunta que formulo a la clase, suele soltar respuestas de manera intempestiva, no dejando que contesten sus compañeros. No le agrada trabajar en grupos y tiene dificultad para escuchar la opinión de los demás. No suele hacer las tareas o las pocas veces que las realiza las entrega fuera del plazo. Es desordenado y suele perder sus útiles. A menudo sueña despierto y mira absorto por la ventana perdido en sus pensamientos, suele perder la noción del tiempo. Es bastante solitario y en los recreos conversa con un estudiante mayor».
Mirada de la madre:
«En casa, puede pasar horas compenetrado con la lectura de libros muy extensos. Uno de sus pasatiempos favorito es un juego de química que le regalaron para su último cumpleaños y, cuando entra en estado de flujo diseñando algún nuevo experimento en su mente, el medio circundante parece dejar de existir. Le encanta diseñar videojuegos y lo atrapa el desarrollo de aplicaciones para teléfonos móviles. Por las noches, se queda despierto hasta tarde charlando en las redes sociales con amigos de diversas edades de diferentes partes del mundo. Suele tener charlas profundas sobre cuestiones existenciales con su padre y tiene la firme convicción de ser un gran médico en el futuro para poder encontrar la cura del cáncer. Se agobia mucho cuando mira las noticias en la tv, manifiesta que le cuesta soportar la sensación de impotencia ante el hambre y las guerras en el mundo».
Cuando Mateo comenzó su escolarización en el jardín de infantes, a los 5 años, mostraba un gran entusiasmo, una energía desbordante y ansias de aprender. En la actualidad, Mateo tiene un vocabulario y una profundidad de pensamiento que están a nivel de los de muchos adultos. Sin embargo, a esta mamá, constantemente le han dicho que Mateo no puede ser superdotado porque tiene calificaciones bajas
Mirada del director:
Le surgiere a la madre que habría que volver a evaluar a Mateo porque duda de los resultados de la evaluación anterior. Mientras tanto, sugiere no implementar el enriquecimiento curricular porque supone que el niño no podrá afrontarlo y será sobrepasado por las exigencias. Además, comenta que es un niño que no tiene calificaciones sobresalientes.
Mirada de otras maestras:
Ven a Mateo como un alumno holgazán que no presta atención en clases. Es muy obstinado e inflexible, con un pensamiento en “blanco y negro” y parece cuestionar absolutamente todo. Es rebelde, algo desaliñado y suele ser el payaso de la clase. Las pocas veces que Mateo sobresale es cuando le permiten hacer proyectos que despiertan su interés personal o tareas que tienen un final abierto con múltiples respuestas correctas o ninguna respuesta correcta. Hace aportes significativos cuando se debate sobre política o justicia social, con observaciones muy sofisticadas y agudas que, raras veces, se observan en adolescentes.
Mateo es superdotado, solo que no coincide con el perfil de superdotado que tienen en mente habitualmente maestras y directivos escolares; es un niño que presenta bajo rendimiento. Si bien hay estudiantes superdotados que tienen alto rendimiento académico, son ordenados, prolijos u obedientes, no siempre es el caso. Mateo simplemente no elige mostrar sus dones en actividades escolares no desafiantes que requieren que repita mecánicamente conocimientos que ya ha aprendido varios años antes. Mateo está aburrido y tiene un mundo interior muy rico que le parece más interesante que las clases monótonas y de ritmo tedioso. Se rige por sus propias reglas, no por las reglas escolares. Por lo tanto, es importantísimo que no utilicemos el rendimiento académico para validar la superdotación, de lo contrario pasaremos por alto a alumnos como Mateo, quienes quedarán invisibilizados para el sistema educativo y con sus necesidades insatisfechas.